Nuestra búsqueda, ha permitido generar, una reestructuración de las políticas educacionales y, con ello, estar a tono con la velocidad de los procesos comunicacionales y de los sistemas de la cual estamos relacionados (aunque discutible, como lo veremos más adelante). Sin embargo, mediante una observación más escrupulosa, nos damos cuenta, que es un disfraz medianamente elaborado para ocultar, las falencias conceptuales que tenemos y que nos impiden, abordar con eficiencia y eficacia, nuestra compleja realidad (posiblemente culparemos a los modelos que hemos escogido para tan magna misión).
El sistema social, educacional y político, se basa en viejas estructuras, adornadas como un árbol de pascua de conceptos, ideas y modelos, que no se condicen con nuestra manera pensar y observar el mundo (observación transdiciplinaria). Además, la sociedad no es un sistema, que construya estructuras colaborativas para construir espacios de aprendizajes. Esfuerzo se han realizado en este sentido (Internet es un buen ejemplo de ello).
Este panorama, afecta desde dos puntos de vista; por un lado, la incapacidad de conformar un pensamiento colaborativo-participativo (el sistema económico, muchas veces, nos potencia: la individualidad) y; por otro lado, el sistema educativo, has sido incapaz (en términos amplios) de generar un conocimiento integral y transdisciplinario que apunten al desarrollo integral del ser humano (en este sentido, pasar de los objetivos de aprendizajes al sujeto de aprendizaje); a veces, la educación se ha transformado en un proceso “de información” más que “de formación”. Estos dos pilares, fundamentan la estructura relacional de los sistemas en la conformación estructural de la sociedad.
Se ha mirado, generalmente, hacia fuera del ser y nos hemos olvidado de mirar su interior. En este sentido, cobra relevancia la generación de conocimiento. Cobra relevancia conocer, comprender y sentir la realidad, para convivir desde y con ella.